25 de febrero de 2010

Clima: diferencias a 533 km

Las máximas y las mínimas, la época de lluvias, nevadas, el calor seco que pasa quemándome los pulmones cuando inspiro profundamente, el gélido frío que encoge mi capacidad pulmonar y hace que me paralices durante una décima de segundo, que me hace sentir más pequeño. La sequedad del ambiente.


Son, para mí, las características básicas del clima que encuentro a 533 km de mi hogar. Ese lugar donde el aire es húmedo, las temperaturas son suaves, la lluvia no aparece tan frecuentemente y la nieve es motivo, como apunté en el post anterior, de felicidad.

Diferencias entre el clima que encuentro en Madrid con el clima que crecí, en Adra. No conocía los abrigos hasta llegar aquí, a la capital. Esos abrigos son los mismos que permanecen en el armario de mi habitación, encerrados, imposibilitando que contemplen mi ciudad cada vez que vuelvo a visitar mi casa.

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Clima: cálida y húmeda Adra

La época por excelencia para disfrutar de lo mejor que te ofrece Adra es el verano. Las calles se visten con los colores más alegres, los caminantes tienen buen color en la piel, se respira relajación y se huele a mar en cada rincón de la ciudad. El buen tiempo nos regala un verano de casi 4 meses junto a la playa, que los abderitanos sabemos aprovechar. Es la etapa perfecta para realizar actividades a solas o en familia.

Días de sol. Aunque el invierno esté presente por el frío el sol está presente casi la totalidad del calendario. A diferencia que Madrid, Adra siempre brilla a la orilla del Mediterraneo. Madrid, oscura, permanece silenciosa en el centro de la península esperando que sean sus habitantes los que hagan de ella una ciudad especial.

El calor es una cualidad presente casi todo el año en Adra. Calor húmedo que te hace sudar, que hace que el rostro bronceado brille por las diminutas gotas que eclosionan de los poros de la cara. Despues de todo, es preferible este calor al frío que te cala los huesos y no sale de ahí hasta que se cansa y te destroza la espalda. O a las lluvias que en los meses en los que llueve, afortunadamente son pocos, cae de manera torrencial arrasando lo que encuentra a su paso.

Aun así, el clima subtropical del que disfrutamos hace que seamos un rincon único en Europa.

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Clima: seco y frío Madrid

Las dos características básicas que encuentro en la capital son las que dan título a este post. La sequedad del ambiente que hace que todo parezca más gris que en cualquier otra ciudad. El halo que envuelve la gran urbe es un gradiente de colores que abarca una gama inmensa de grises. Una ciudad en blanco y negro. Bonita, a pesar de todo, dentro de su escala de color.


El aire frío se me clava en la mirada y hace que involuntarias lágrimas aparezcan en el perfil de mis ojos, cayendo luego mojando mis pestañas y deslizándose por la piel de mis pómulos. Noto como el frío las convierte casi en hielo y me tersan la piel.

El calor sofocante también es característico de los veranos del interior. El centro de España también hace su vida acompañado de las altas temperaturas que aparecen en verano.

La lluvia cae aquí como una cortina hilada por millones de gotas. Agua que moja poco a poco y que no hace daño cuando al caer se encuentra con la superficie de tu cabeza. Una lluvia suave que impide ver a distancia los coches o transeúntes que deambulan por las calles rumbo a sus casas o a sus puestos de trabajo. El transporte público se convierte en un buen amigo cuando se trata de llegar a un lugar concreto. El metro se convierte en un lugar seguro esos días tristes. Un medio para llegar a tu destino sin mojarte. Ahí abajo todo es diferente, el mundo está arriba, te desplazas y te mueves sin que te moleste la realidad. Te escondes.

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15 de febrero de 2010

Nieve: mejor con moderación

Empiezo la semana de color blanco. Otra vez ha nevado en Madrid. La cuarta vez esta temporada invernal llega de la mano de un temporal que azota a toda Europa esta semana. Muchos, sobre todo los que leeis desde sitios donde no suele nevar, pensareis: ¡qué bien, nieva!

Yo también pensaba eso. Lo pensaba la primera y la segunda vez que gastaba el tiempo pegado a los cristales viendo caer el agua helada. No me importaba que mi vida se viese interrumpida un día por la nieve, al fin y al cabo, es algo inusual para mi, fuera de lo normal. Una vez que este fenómeno meteorológico se repite en más de dos o tres ocasiones y me impide desarrollas mis actividades diarias con normalidad empieza a ser, como mínimo, molesto. Mas aún cuando te encuentras en los periodicos con que el infierno blanco acaba de empezar. Y es que las previsiones del tiempo no te muestran ni un día en esta semana con un espléndido sol alumbrando tu vida. Se prevee una semana gris.

Estos días pienso en mi ciudad, donde, por regla general, los días son soleados y más cálidos que fríos, cosa que a mi me llena de energía. No es comparable un día oscuro como los que vivo en Madrid a los que se viven en Adra, donde el sol brilla todos los días por partida doble: luce en el cielo y reluce en el mar.

Para ver la nieve en Adra hay que esperar, unos 30 años entre nevada y nevada. Es efímero el momento de ilusión. La nieve desaparece pocas horas despues de caer dejando las calles mojadas y un ambiente gélido. La última ocasión en la que la ciudad se vistió de blanco para dar los buenos días a los abderitanos fue en enero de 2005. Se paralizó la ciudad, los niños no asistieron al colegio, había que disfrutar el acontecimiento saliendo a la calle a disfrutar los pocos centímetros de nieve que cubrian las aceras.

Había que aprovechar ese día para irse a la playa a jugar con la nieve. Un espectáculo digno de ver: niños y mayores jugando en sobre la arena de la playa a lanzar bolas de nieve teniendo como decorado el Mediterraneo.



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13 de febrero de 2010

Sobre los seres queridos...

Nada me preocupa más que ver a un ser querido pasarlo mal. Me inquieta, me pone nervioso y no me deja comprender el mundo. Cuando realmente soy yo, cuando me encierro en mi habitación, a solas, y dejo que mis sentimientos aparezcan para que nadie más además de mi los vea, me gustaría creer que todo el mundo piensa igual que yo y que siente como el corazón se encoge en el pecho cada vez que una de las personas que comparten tu vida pasa malos momentos. Como siempre, lo que me gustaría y lo que sucede en realidad no son coincidentes. La gente, que no las personas, son indiferentes ante el sufrimiento humano.


Para no estallar por dentro he decidido ser conformista. Me conformo con estremecer, aunque solo sea yo, por dentro cuando un amigo, compañero o familiar está en la cuerda floja, cuando siente que nadie en el mundo es capaz de ayudarlo a subir, nadie capaz de sujetarlo. En ese momento me conformo con ser yo la única persona que sostenga su mano, la agarre con tanta fuerza y confianza como para hacerla sentir segura de sí misma y vuelva a ocupar su lugar.

Dejar a un lado los propios sentimientos no es sacrificio cuando se trata de rescatar de las dudas y la inseguridad a una persona importante en tu vida. Para mí, ver a los de mi alrededor llevar una vida plena es una satisfacción. No me importa que la mía no lo sea, no soy yo lo prioritario, no me importa que no se preocupen por mí. Me importa que mis palabras sanen las preocupaciones de las personas que conforman mi vida.

Sólo cuando una persona te intenta ayudar a salir del abismo, sólo cuando una persona te quiere hace ver la luz con su apoyo vemos realmente lo que significa dentro de nuestro corazón cada persona que ocupa nuestro mundo. Aunque no lo consiga.

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