Despertador. Abrir los ojos. Sentarse al filo de la cama. El flujo sanguíneo ya está en funcionamiento más rápidamente que en el letargo de la noche. Levantar la cabeza. Ponerse en pie.
Me levanto cada mañana y la inercia diaria se apodera de mi mente, sin pretenderlo lo más mínimo. Mi cuerpo, aún dormido, obedece sin oponer resistencia alguna a los hábitos matutinos a los que lo tengo acostumbrado.
Me hace caminar hasta el baño más cercano a mi dormitorio. Aún no he ubicado mi cabeza en el mundo y sin pensarlo me he quedado parado, inmóvil, mirándome en el espejo. Mientras, el gres, frío pero suave al tacto, empieza a hacerse notar en la planta de mis pies, aún descalzos. Enfoco la mirada y veo un reflejo de mi cuerpo en el espejo. Examino los defectos físicos que giran en torno a él. Tú también lo haces, ¿verdad?
La verdad es que no estás viéndote a ti mismo. Estás viendo un cuerpo, más o menos esbelto, más o menos bronceado, más o menos largo, más o menos grueso, pero un cuerpo al fin y al cabo. Tu cuerpo. Te sientes orgulloso o no de él, pero es tu cuerpo.
Lo hacemos todos, como robots programados para ese fin observamos nuestro físico todos los días en el espejo. Estamos programados. Programados por la sociedad elitista en que discurren nuestros días. Sociedad que nos ata a unos hábitos de belleza y a ciertas responsabilidades sociales que queremos cubrir con nuestro físico, aun a costa de nuestra integridad personal.
Personas que se olvidan de que lo son para dedicar su vida, que termina siendo mortal, a ser piezas bellas de la sociedad.
Verse en el espejo es la manera que tenemos de examinar nuestro físico en términos plásticos. Sin embargo, la práctica verdaderamente importante y valiosa es la tarea de mirarse en el espejo.
El número de asistentes a centros de cuidados corporales, llámese gimnasio, llámese centros de cirugía estética se incrementa cada año. El número de trastornos psicológicos relacionados con la belleza como la anorexia, la bulimia, o la vigorexia están aumentando. No podemos hacer nada. La sociedad es cruel. Si no eres guapo, muérete intentándolo.
Mirarse en el espejo, apoyar las manos sobre el lavabo y acercar el tronco hasta que el rostro toca con la punta de la nariz el espejo, que se empaña. Mirar en nuestra pupila el reflejo del propio espejo, y llegados a este punto, considerar una pregunta básica. ¿Es por mí o es por qué la gente quiere verlo?
24 de julio de 2010
Ver o mirar en el espejo
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