Pocas cosas me hacen sentirme feliz. De hecho, sólo estoy seguro de que una de ellas me transmite esa sensación.
No la experimento tan a menudo como me gustaría. Busco el momento cuando me siento vacío, triste, desolado y desesperanzado, con la intención de que ese instante invada mi persona de una forma tan egoísta que no deje en mi cabeza espacio para pensar en negativo.
Todo hombre tiene una debilidad que hace florecer su sensibilidad. Estoy seguro de que nadie se puede aprovechar de mi debilidad por una única razón: solo ellos podrían aprovecharse de ella y, afortunadamente, los niños son de las pocas criaturas que no tienen intención de aprovecharse de los demás.
Aportan a la vida la ilusión que destruyen los adultos, la esperanza que destierran los mayores y la imaginación que te arranca la estúpida realidad. Dan un nuevo cristal con el que mirar la vida, aunque sea solo por un rato. Haciendo feliz a un niño nos hacemos felices a nosotros mismos. Hagámoslo.
Los niños nos dan las lecciones más importantes de la vida y no los escuchamos, no les prestamos atención. ¿Por qué no dedicar la misma atención a una conversación de un niño como a la de un adulto? De hecho, las conversaciones más inteligentes en mi vida son las que he tenido con niños. Parece atrevido afirmar esto tan categóricamente, podría pasar incluso por imbécil. Me da igual.
Son un pequeño saco de huesos lleno de grandes ilusiones, futuros prometedores, futuros truncados, pero futuros al fin y al cabo. La sociedad que viene, la sociedad que debemos educar de la mejor forma posible para que la maldad de la sociedad en la que vivimos sea erradicada y bombardeada con las armas más poderosas que existen, la sonrisa de un niño.
Probablemente al leer estas palabras reflexionéis sobre la marcha. A los cinco minutos todo en vuestra vida seguirá igual. No prestareis atención. Lo entiendo, a los niños nunca se les hace caso y yo solo soy un niño jugando a ser periodista.
19 de marzo de 2010
Una experiencia gratificante
8 de marzo de 2010
Chile: sacudida
A las 3:34 del pasado 27 de Febrero chile se despertó por un temblor de magnitud de 8,8 MW según el Servicio Geológico de Estados Unidos. 2 minutos y 45 segundos de angustia que se apoderaba de los chilenos mientras oían crujir sus hogares. Delante de sus narices uno de los cinco terremotos más fuertes de la historia de la humanidad.
El temblor tuvo consecuencias nefastas en el país, sobre todo en las regiones de Valparaíso, Metropolitana de Santiago, O'Higgins, Maule, Biobío y La Araucanía, que acumulan más de 13 millones de habitantes, cerca del 80% de la población del país. Pero fue una especialmente una devastadora, el tsunami producido que ha dejado un panorama desalentador en la actual Chile.
El sismo sólo es superado a nivel nacional por el cataclismo del terremoto de Valdivia de 1960, el de mayor intensidad registrado por el hombre mediante sismómetros. El sismo chileno fue 31 veces más fuerte y liberó cerca de 178 veces más energía que el devastador terremoto de Haití ocurrido el mes anterior, y la energía liberada es cercana a 100.000 bombas atómicas como la liberada en Hiroshima en 1945.
Chile inicia ahora una larga recuperación de infraestructuras para reconstruir el país y dejarlo tal y como estaba antes del suceso. Leia Mais…
Chile: situación tras el sismo
Chile: consecuencias de la castástrofe
Poblaciones costeras han desaparecido de los mapas por el tsunami producido despues del terremoto. Como si se tratara de una goma de borrar donde hacemos más pequeña la tierra en favor del mar, así es como ha destruído el mar algunas regiones chilenas. Fulminadas.
Aunque fue sentido en la totalidad de la región, el terremoto afectó principalmente a las zonas costeras en la provincia de Valparaíso y la provincia de San Antonio. En Viña del Mar, diversos edificios sufrieron daños de diversa gravedad
El archipiélago de Juan Fernández el lugar más afectado por el terremoto, aún cuando éste no fue sentido debido a estar más de 600 kilómetros fuera de la costa continental sudamericana. Una hora después del terremoto, el tsunami generado por éste golpeó las islas. En la única localidad del archipiélago, San Juan Bautista en la isla Robinson Crusoe, el nivel del mar aumentó fuertemente, ingresando más de 300 metros y cubriendo la mitad del poblado. Los principales edificios fueron destruidos.
Además de todo esto, nuestro planeta también ha sufrido consecuencias por el desastre: