19 de marzo de 2010

Una experiencia gratificante

Pocas cosas me hacen sentirme feliz. De hecho, sólo estoy seguro de que una de ellas me transmite esa sensación.


No la experimento tan a menudo como me gustaría. Busco el momento cuando me siento vacío, triste, desolado y desesperanzado, con la intención de que ese instante invada mi persona de una forma tan egoísta que no deje en mi cabeza espacio para pensar en negativo.

Todo hombre tiene una debilidad que hace florecer su sensibilidad. Estoy seguro de que nadie se puede aprovechar de mi debilidad por una única razón: solo ellos podrían aprovecharse de ella y, afortunadamente, los niños son de las pocas criaturas que no tienen intención de aprovecharse de los demás.

Aportan a la vida la ilusión que destruyen los adultos, la esperanza que destierran los mayores y la imaginación que te arranca la estúpida realidad. Dan un nuevo cristal con el que mirar la vida, aunque sea solo por un rato. Haciendo feliz a un niño nos hacemos felices a nosotros mismos. Hagámoslo.

Los niños nos dan las lecciones más importantes de la vida y no los escuchamos, no les prestamos atención. ¿Por qué no dedicar la misma atención a una conversación de un niño como a la de un adulto? De hecho, las conversaciones más inteligentes en mi vida son las que he tenido con niños. Parece atrevido afirmar esto tan categóricamente, podría pasar incluso por imbécil. Me da igual.

Son un pequeño saco de huesos lleno de grandes ilusiones, futuros prometedores, futuros truncados, pero futuros al fin y al cabo. La sociedad que viene, la sociedad que debemos educar de la mejor forma posible para que la maldad de la sociedad en la que vivimos sea erradicada y bombardeada con las armas más poderosas que existen, la sonrisa de un niño.



Probablemente al leer estas palabras reflexionéis sobre la marcha. A los cinco minutos todo en vuestra vida seguirá igual. No prestareis atención. Lo entiendo, a los niños nunca se les hace caso y yo solo soy un niño jugando a ser periodista.

5 comentarios:

Ana Santantón dijo...

Es la verdad! La sonrisa de un niño lo arregla todo, y es una lástima que no les prestemos casi atención. Me ha gustado mucho leer esto.

Y yo tb soy una niña jugando a ser periodista, o eso creo =)

Anónimo dijo...

Tienes razón, los niños nos aportan ilusión. Y sabes qué? Se te ha olvidado mencionar algo, quizás lo más importante que tiene un niño y es su inocencia. Me encantan las miradas inocentes de los niños.

¿Quién ha dicho que seas un niño jugando a ser periodista? Eso es sólo algo que está en tu mente y nada más. Cree en ti mismo que si no lo haces tú, no lo hará nadie.

Recuerda: Hoy te comes el mundo :)

Anónimo dijo...

Eres un niño que juega muy bien a ser periodista, y esto, en un futuro, lo verás con más claridad.
Eso sí, no te rindas! Aquí estaremos tus amigos para apoyarte en lo que sea

=)

Anónimo dijo...

quizá tendría q hacer más caso a ese niño que juega a ser periodista

cosa =)

Iván González dijo...

Me encanta la ultima frase Jose, yo tambien quiero ser un niño que juega a ser periodista. Creo que te la copiare, espero que no tengas todavia el copyright jajajajajajja.
Me gusta esta entrada, la pena es que yo llevo sin sentir esa sensacion siglos, porque desgraciadamente, soy de los pequeños de la familia jajajajaja.
Nos vemos pronto abderitano. Chao.

Publicar un comentario